El esquizoanálisis

El esquizoanálisis: ultraresumen de El Anti-Edipo. Capitalismo y esquizofrenia (1972), de Felix Guattari y Gilles Deleuze.

El Edipo es una horterada. Vicente Mira (un día en clase).

¿Qué es el esquizoanálisis?

“El esquizoanálisis no oculta que es un psicoanálisis político y social, un análisis militante” porque “se propone mostrar la existencia de una catexis libidinal inconsciente en la producción social histórica” (104).

Si bien “creemos en la posibilidad de una reversión interna que convierta a la máquina analítica en una pieza indispensable del aparato revolucionario” (88), “el esquizoanálisis en tanto que tal no tiene estrictamente ningún programa político por proponer (…) todo gira alrededor de las máquinas deseantes [que son las que constituyen la vida no edípica del inconsciente (399)] y de la producción de deseo” (390).

El esquizoanálisis es un psicoanálisis crítico porque “lleva la crítica a Edipo o lleva a Edipo al punto de su autocrítica” (115), ya que Edipo es “una idea al servicio de la represión, de su propaganda o de su propagación” (121).

Conducir a Edipo “al punto de su autocrítica” es “la tarea emprendida por Lacan” (321). La tentativa de Lacan fue “sacudir el yugo de Edipo” (182). “¿No es siempre ahí donde radica la fuerza de Lacan? Haber salvado al psicoanálisis de la edipización violenta a la que él mismo vinculaba su destino, haber realizado esta salvación” (224). Lacan subvierte el campo del psicoanálisis cuando “el objeto a irrumpe en el seno del equilibrio estructural” (89).

Hace falta “esquizofrenizar el campo analítico” a la lacaniana (373-374) porque el derribo de “la genealogía edípica” (84) es lo que “debe curarnos de la cura” (74). Porque “la furiosa edipización a la que el psicoanálisis [reaccionario] se entrega” (58), haciendo de la represión cultural una práctica positiva, es “traición del deseo, reclusión del inconsciente en guardería infantil, máquina narcisista para pequeños yos charlatanes y arrogantes” (116). Porque en el psicoanálisis reaccionario “el inconsciente ya no puede funcionar de acuerdo con sus propias máquinas constituyentes, sino tan sólo ‘representar’ lo que un aparato represivo [el Edipo] le da a representar” (349). Porque “todo el psicoanálisis [reaccionario] es una gigantesca perversión, una droga, un corte radical con la realidad, empezando por la realidad del deseo, un narcisismo, un autismo monstruoso” (323). Porque “no has nacido Edipo, has activado Edipo en ti” (345).

El esquizoanálisis se define por dos aspectos:

  1. “el descubrimiento de las catexis inconscientes del campo social por el deseo” (173). El esquizoanálisis analiza un socius como paranoico-fascista (lo cual implica catexis económicas, políticas y libidinales “dirigidas hacia la opresión del deseo”, 408) o como esquizo-revolucionario (lo cual implica que se puede pasar de la producción social-colectiva del deseo a la producción singular deseante) (391). En este sentido “el objetivo del esquizoanálisis” es “analizar la naturaleza específica de las catexis libidinales de lo económico y lo político; y con ello mostrar que el deseo puede verse determinado a desear su propia represión en el sujeto que desea” (110): “una catexis inconsciente de tipo fascista o reaccionario [es decir, “adecuada al interés de la clase dominante”], puede coexistir con la catexis consciente revolucionaria” (111).

  2. la tarea consistente en “la destrucción de las seudo formas expresivas del inconsciente”. El esquizoanálisis no se propone resolver Edipo” (87). “Se propone desidipizar el inconsciente para llegar a los verdaderos problemas” (88).

“El esquizoanálisis se propone deshacer el inconsciente expresivo edípico, siempre artificial, represivo y reprimido, mediatizado por la familia, para llegar al inconsciente productivo inmediato” (104).

“El problema práctico del esquizoanálisis es la reversión” del inconsciente: “desidipizar” para “llegar a la producción de las máquinas deseantes y a las catexis económicas y sociales donde se desempeña el análisis militante”, lo cual implica “sustituir la seudoneutralidad benevolente del analista edipiano (…) por una actividad malévola, abiertamente malévola” (118).

“El esquizoanálisis debe entregarse con todas sus fuerzas a las destrucciones necesarias. Destruir creencias y representaciones, escenas de teatro. Nunca habrá para esta tarea actividad demasiado malévola. Hacer estallar a Edipo y la castración, intervenir, brutalmente, cada vez que el sujeto entona el canto del mito o los versos de la tragedia, llevarlo siempre a la fábrica (…). Edipo y la castración no son más que formaciones reactivas, resistencias, bloqueos y corazas, cuya destrucción llega demasiado lentamente” (234).

“La tarea del esquizoanálisis pasa por la destrucción, toda una limpieza, todo un raspado del inconsciente. Destruir Edipo, la ilusión del yo, el fantoche del super-yo, la culpabilidad, la ley, la castración” (321). “La tarea negativa o destructiva del esquizoanálisis no es separable en modo alguno de sus tareas positivas (todas se realizan necesariamente a un mismo tiempo). La primera tarea positiva consiste en descubrir en un sujeto la naturaleza, la formación o el funcionamiento de sus máquinas deseantes, independientemente de su interpretación” (332), ya que el esquizoanálisis “renuncia a toda interpretación”, a todo descubrimiento de “un material inconsciente: el inconsciente no quiere decir nada. En cambio, el inconsciente construye máquinas, que son las del deseo, y cuyo uso y funcionamiento el esquizoanálisis descubre en la inmanencia con las máquinas sociales” (187).

¿Cuál es la tesis “simple” y “el principio más general” del esquizoanálisis?

La tesis simple del esquizoanálisis es que “el deseo pertenece al orden de la producción, toda producción es a la vez deseante y social” (306).

Su principio más general es que “el deseo es constitutivo de un campo social (…) el deseo está en la producción como producción social, del mismo modo que la producción está en el deseo como producción deseante” (358).

¿Cómo entiende el esquizoanálisis el deseo?

Edipo es “la imagen desfigurada, mediante la cual la represión caza al deseo en la trampa”. Si el deseo se convierte en deseo de la madre y de la muerte del padre “es debido a que está reprimido y sólo adopta esta máscara bajo la represión” (121).

Con la operación de la edipización “la producción social represiva se hace reemplazar por la familia reprimente y esta da de la producción deseante una imagen desplazada que representa lo reprimido como pulsiones familiares incestuosas”. Con este “espejo deformante del incesto” lo que ocurre es que “se avergüenza al deseo” y “se le persuade fácilmente para que renuncie a ‘sí mismo’ en nombre de los intereses superiores de la civilización” (125).

“El conjunto de la producción deseante no adopta la conocida figura edípica más que en la traducción familiar de su registro, traducción-traición” (126).

El deseo no está en relación inmediata con Edipo, Edipo bloquea “el deseo en atolladeros ya dispuestos” (109), y “cuando relacionamos el deseo con Edipo, nos condenamos a ignorar el carácter productor del deseo” (113).

El deseo es lo que permanece fuera del compromiso edípico que “es a la vez el reprimente y lo reprimido”, es decir, “la imagen-cliché que detiene al deseo y se encarga de él, y lo representa detenido” deformando “la naturaleza del represor reaccionario y la naturaleza del deseo revolucionario” (401).

El deseo está en relación inmediata con una realidad histórica y social (106) y, por tanto, no es asocial: “es perturbador” (121).

El deseo es “esencialmente activo, agresivo, artista, productivo y conquistador en el propio inconsciente” (127).

El deseo es una “instancia revolucionaria” ya que el capitalismo no puede soportar ninguna “manifestación de deseo” (390).

El deseo es en sí mismo “fuerza de amar, virtud que da y produce, que maquina”. Pero en la neurosis es preciso que el deseo “se vuelva deseo de ser amado y, aún peor, deseo llorón de haber sido amado, deseo que renace de propia frustración: no, papá-mamá no me ha amado bastante … el deseo enfermo se acuesta en el diván” (344).

¿Cómo es el Inconsciente del esquizoanálisis?

No es un teatro, una escena o una puesta en escena sino que es una fábrica, un taller de producción deseante (61). El inconsciente del esquizoanálisis “no dice nada, maquina. No es expresivo o representativo, sino productivo” (187).

Es un “inconsciente activo, que centellea, que vibra, viaja …” (121).

El inconsciente del esquizoanálisis “es huérfano, al igual que anarquista y ateo” (321).

¿Cómo entiende el esquizoanálisis el análisis textual?

Leer un texto es un “ejercicio esquizoide que desgaja del texto su potencia revolucionaria” (111). El texto es considerado “como una máquina [social de deseo] que produce ciertos efectos, sometido a un cierto uso” (115).

¿Qué es un esquizoanalista?

“El esquizoanalista no es un intérprete, menos aún un director de escena, es un mecánico” (349).

¿Qué es un esquizo-paciente?

No es un “revolucionario”, es un fugitivo, uno que se aleja de lo social, que vive “al margen” (351) porque acepta “huir antes que vivir quieta e hipócritamente en falsos refugios”, porque prefiere huir antes que huir de la huida (352).

También es el que da valor a “la fuga” de lo social, el que “hace huir lo social por la multiplicidad de agujeros que lo atraviesan y lo roen” con el propósito de hacer estallar lo que debe estallar y de hacer caer lo que debe caer (351).

Esquizo-paciente es el que es capaz de aprender que las cosas se hacen por deseo, no por deber (355).

El esquizo-paciente “es el potencial de la revolución” porque es de esos que “no soportan vivir en los falsos pretextos” (352).