11 de marzo, 2019. III Jornadas de Cine y Psicoanálisis: el deseo. Tras el debate sobre La octava mujer de Barba Azul (E. Lubitsch, 1938).
Apunte sobre el amor heterosexual bajo el capital.
El amor es un asunto muy serio y, sin embargo, ya apenas se habla del amor. Se habla de la violencia de género y del odio, del sexismo y del racismo.
Encima cuando se habla del amor se habla con cierto desprecio: el amor es un engaño, es una creencia infantil, algo que se nos vende por medio de las películas de hollywood y los cuentos de hadas, una ilusión que nos oculta lo dura y difícil que es la vida.
En la actualidad, de entre todos los amores (el amor paterno, el amor materno, el amor filial, el amor al arte, el amor al maestro, el amor al leader, el amor homosexual), el más desprestigiado de todos los amores es el amor heterosexual. El desprestigio del amor heterosexual se sostiene por medio del peso cultural otorgado, vía los medios de comunicación y la escuela, a la violencia de género. En los colegios ya no se cuenta la historia de Cenicienta o de BlancaNieves sino que a los niños se les hace representar una obra de teatro en la que Kent maltrata a la Barbie o en la que el lobo feroz de Caperucita Roja ya no es tan feroz sino que es, más bien, “un pringao”.
El cine hollywodiense (independientemente del país de producción) es uno de los pocos espacios culturales bajo el capitalismo en los que aún se tratan “las cosas del amor” heterosexual de un modo solemne, grave.
El mejor modo de contar cómo son las cosas serias del amor es bajo el modo de la comedia. La seriedad del asunto, el desconcertante hecho de que el amor heterosexual no es sin bofetadas, se viste así de comicidad.
Lo que la cultura puritana del capitalismo trata de rechazar, que no hay deseo y amor heterosexual sin violencia, retorna liberado por medio de la risa.
Este truco de lo cómico, que permite hablar de lo políticamente incorrecto, que permite hablar del problema de que el deseo y el amor entre los sexos no es sin hostilidad o violencia, parece tener sus días contados. Cada vez más el sistema jurídico condena lo que se cuenta por medio de representaciones de la imaginación (el teatro, la novela, el cine, los video-juegos) así como condena también lo que se cuenta por el canal del chiste. Los chistes son ya terreno jurídico y por un chiste puedes acabar en la cárcel.